Si piensas que llevar a tu mascota a Australia o Nueva Zelanda es tan fácil como comprar un boleto, piénsalo de nuevo. Estos países tienen reglas tan estrictas que convertirán el proceso en una verdadera pesadilla. Lo que comienza con la implantación de un microchip y la vacuna antirrábica, rápidamente se transforma en un laberinto de extracciones de sangre, permisos de importación y pruebas que te tendrán en vilo durante al menos 8 meses.
Para colmo, tu mascota solo puede ingresar por carga, no en cabina. Después de pasar por todos los trámites, tu peludo aún tendrá que soportar una cuarentena obligatoria de 10 días, para asegurarse de que no lleva ninguna enfermedad desde su país de origen.
Cada paso es lento y burocrático: muestras de sangre enviadas a laboratorios en Kansas, permisos que debes obtener con meses de anticipación, y un montón de papeleo que debes entregar 24 horas antes del vuelo. Y mientras tú te encargas de todo, la aerolínea se limita a transportarla como si fuera mercancía. ¿Vale la pena el estrés y los costos? Tal vez, pero no sin sufrir antes una larga espera.
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